More from: el Imperio de los Suenos by Giannina Braschi
En el último piso del Empire State se ha parado un pastor a cantar y a bailar. Qué cosa más grande. Que la ciudad de Nueva York haya sido invadida por tantos pastores. Que ya no se trabaja y que sólo se canta y se baila. Y que los periódicos, el New York Times, en titulares, y el Daily News griten: Nueva York. Nueva York. Nueva York. Escúchenlo. Óiganlo en la radio. Y en la televisión. Escuchen el altoparlante. Escúchenlo. Ya han muerto los fantoches. Y el soldadito de plomo. Los pastores han invadido a Nueva York. Han conquistado a Nueva York. Han colonizado a Nueva York. El especial del día en el restaurante más caro de Nueva York es bellota de oro. Es huevo. Es manzana. Es pájaro. Pescado. Melodía. Poesía. Y epigrama. Ya sólo se canta. Ya sólo se baila. Ya sólo se hace lo que nos da la real gana. Lo que nos da la real gana. Lo que nos da la realísma gana.
On the top floor of the Empire State a shepherd has stood up to sing and dance. What a wonderful thing. That New York City has been invaded by so many shepherds. That work has stopped and there is only singing and dancing. And that the newspapers—the New York Times, in headlines, and the Daily News—call out: New York. New York. New York. Listen to it. Hear it on the radio. And on television. Listen to the loudspeakers. Listen to it. The buffoons have died. And the little lead soldier. Shepherds have invaded New York. They have conquered New York. They have colonized New York. The special of the day in New York’s most expensive restaurant is golden acorn. It’s an egg. It’s an apple. It’s a bird. Fish. Melody. Poetry. And epigram. Now there is only song. Now there is only dance. Now we do whatever we please. Whatever we please. Whatever we damn well please.